sábado, 1 de noviembre de 2014

Descenso a la Infraoscuridad

Empezó con un adiós y a mi pesar, me separé de mis compañeros, no; mis amigos. Aunque nunca llegue a decirlo públicamente, hemos compartido muchas batallas para ser simples compañeros. La llamada era intensa, nunca había sentido nada así.

Todo empezó al sumergirnos en las oscuridades de la tierra en pos del mausoleo de los Baol, en un principio eran meros ecos lejanos lo profundo de mis sueños. No les presté atención. A medida que nos introducíamos cada vez más en las profundidades estos iban acrecentando. Sobretodo en los descansos, cuando me dejaba llevar por el éxtasis del descanso. Tomaban forma de espectros oscuros que parecían reclamar mi atención. Por algún motivo no entendía su mensaje y al despertar era todo vacuo y difuso, a los pocos segundos olvidaba lo acaecido en mis sueños. Mientras transcurrían nuestras hazañas en este mundo subterráneo en el cual extrañamente me sentía como pez en el agua, estos sueños se convirtieron en pesadillas, en las cuales estos espectros parecían intentar atacarme y mi ser se defendía como siempre ha hecho, la horda que habita en mi y de la que formo parte me protegía. Las pesadillas terminaban súbitamente y regresaba al mundo material, pero una extraña inquietud permanecía.

Tras el encuentro con esos elfos, los que podrían ser “mi pueblo”, todo cambió. Las visiones se incrementaron mucho más. Ya no podía omitirlas. Lo que en mis pesadillas eran espectros, ahora habían cobrado una forma definida, eran los mismos seres, pero por algún motivo, estos estos lucían un aspecto más salvaje, más natural. Ahora podía entender parte del mensaje, puesto que el enjambre seguía combatiendo a las entidades y su zumbido solo me dejaba entreoír fragmentos.

-Raíz, respuestas, conocimiento y no sucumbas a la ira, no seas “el”- Eran las únicas palabras que me quedaban claras.

Sabía que debía ir solo, mis compañeros no estaban preparados para seguirme al lugar al que me dirigía, y a decir verdad, yo tampoco estaba convencido de estarlo. Una parte de mí me decía que no fuera y si le prestaba atención, la rabia empezaba a corroerme poco a poco. A decir verdad este hecho había sido uno de los principales motivos de mi partida. No era la primera vez que sucumbía ante ella, y un desgraciado duergar había pagado un alto precio, aunque el ser lo mereciera. Le hice llevar a una maldición a su gente sin saberlo, que con el tiempo provocaría una epidemia de proporciones incalculables. Tal acto de villanía no era propio del ciclo natural ni de mi ser, aunque su pueblo quizás se lo tuviera merecido ya que resultó ser unos adoradores de entidades abisales a las cuales aborrezco profundamente, incluso tanto como a los no muertos.

Mientras deambulaba por los oscuros túneles, absorto en mis pensamientos, llegué de nuevo a la caverna llamada el “Bosque de Fuego”. Quedé asombrado. Pensaba que el paso había quedado sellado al derrubarse el puente y tampoco había franqueado el inmenso río de lava que se hallaba entre el mausoleo y el bosque. Pero no había duda, era el mismo. Podía apreciar claramente los despojos de la trifulca con la “Tribu del Fuego”.

La naturaleza ya había empezado a cobrarse su precio, y los despojos que no habían sido devorados por la hambrienta fauna local, sentía como empezaban a ser pasto de los majestuosos hongos que poblaban la zona. A simple vista percibía pequeñas setas que brotaban de los cuerpos inertes, no tardarían en ser tan altas y mortíferas como sus hermanas, fruto del banquete allí ofrecido.

De pronto sentí un punzante dolor en todo mi ser, me desplomé. Las larvas que habitaban mi ser y que me protegían y me daban fuerzas, de repente se habían revelado al unísono; como si una extraña fuerza les impulsara a detenerme a toda costa. Entre espasmos y convulsiones, pude entrever ante mi, oculto entre dos grandes hongos en el extremo de la majestuosa caverna, como se abría un portal y a oír en mi cabeza una voz que me llamaba por mi nombre. De pronto quedó claro cual era mi destino, mi meta. Pero por algún motivo que desconocía parte de mi ser se negaba a alcanzar el umbral.

Lentamente y con gran dolor empecé a gatear y transcurrido lo que me pareció una eternidad en la que solo pude avanzar unos codos, mis piernas y mis brazos sucumbiernon ante la repentina oleada de dolor que inundó mi ser, pero juntando fuerzas continué arrastrándome entre hongos por el suelo de la caverna. Pro cada paso que me acercaba a la entrada, sentía como flaqueaba más y más. No estaba convencido de poder llegar, pero debía hacerlo...

Cuando me encontraba a medio camino entonces fue cuando me di cuenta: No estaba perdiendo fuerzas, estaba perdiendo parte de mi ser en el proceso. Al darme la vuelta, observé horrorizado como un sendero verminoso se extendía hasta el punto donde había caído abatido. Los otrora aliados mios, ahora me abandonaban devorando tejido y músculo en su huida.¿Que sería lo que les impulsaba a cometer semejante acto? ¿Como podía ser que parte de mi ser se revelara en mi contra?

Ya solo me quedaban dos opciones: Sucumbir allí mismo, en medio de ese fúngico paraje o llegar al portal, tras el cual esperaba encontrar alivio y respuestas a mi sufrimiento.

Sacando fuerzas de flaqueza, terminé de me arrastrar el despojo en que se había convertido mi cuerpo, ya desprovisto de toda larva compañera, y al tocar el umbral con la punta de los dedos, la oscuridad me envolvió y perdí por completo el conocimiento.

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