Empezó con un adiós y a
mi pesar, me separé de mis compañeros, no; mis amigos. Aunque nunca
llegue a decirlo públicamente, hemos compartido muchas batallas para
ser simples compañeros. La llamada era intensa, nunca había sentido
nada así.
Todo empezó al
sumergirnos en las oscuridades de la tierra en pos del mausoleo de
los Baol, en un principio eran meros ecos lejanos lo profundo de mis
sueños. No les presté atención. A medida que nos introducíamos
cada vez más en las profundidades estos iban acrecentando. Sobretodo
en los descansos, cuando me dejaba llevar por el éxtasis del
descanso. Tomaban forma de espectros oscuros que parecían reclamar
mi atención. Por algún motivo no entendía su mensaje y al despertar
era todo vacuo y difuso, a los pocos segundos olvidaba lo acaecido en
mis sueños. Mientras transcurrían nuestras hazañas en este mundo
subterráneo en el cual extrañamente me sentía como pez en el agua,
estos sueños se convirtieron en pesadillas, en las cuales estos
espectros parecían intentar atacarme y mi ser se defendía como
siempre ha hecho, la horda que habita en mi y de la que formo parte
me protegía. Las pesadillas terminaban súbitamente y regresaba al
mundo material, pero una extraña inquietud permanecía.
Tras el encuentro con
esos elfos, los que podrían ser “mi pueblo”, todo cambió. Las
visiones se incrementaron mucho más. Ya no podía omitirlas. Lo que
en mis pesadillas eran espectros, ahora habían cobrado una forma
definida, eran los mismos seres, pero por algún motivo, estos estos
lucían un aspecto más salvaje, más natural. Ahora podía entender
parte del mensaje, puesto que el enjambre seguía combatiendo a las
entidades y su zumbido solo me dejaba entreoír fragmentos.
-Raíz, respuestas,
conocimiento y no sucumbas a la ira, no seas “el”- Eran las
únicas palabras que me quedaban claras.
Sabía que debía ir solo,
mis compañeros no estaban preparados para seguirme al lugar al que
me dirigía, y a decir verdad, yo tampoco estaba convencido de
estarlo. Una parte de mí me decía que no fuera y si le prestaba
atención, la rabia empezaba a corroerme poco a poco. A decir verdad
este hecho había sido uno de los principales motivos de mi partida.
No era la primera vez que sucumbía ante ella, y un desgraciado
duergar había pagado un alto precio, aunque el ser lo mereciera. Le
hice llevar a una maldición a su gente sin saberlo, que con el
tiempo provocaría una epidemia de proporciones incalculables. Tal
acto de villanía no era propio del ciclo natural ni de mi ser,
aunque su pueblo quizás se lo tuviera merecido ya que resultó ser
unos adoradores de entidades abisales a las cuales aborrezco
profundamente, incluso tanto como a los no muertos.
Mientras deambulaba por
los oscuros túneles, absorto en mis pensamientos, llegué de nuevo a
la caverna llamada el “Bosque de Fuego”. Quedé asombrado.
Pensaba que el paso había quedado sellado al derrubarse el puente y
tampoco había franqueado el inmenso río de lava que se hallaba
entre el mausoleo y el bosque. Pero no había duda, era el mismo.
Podía apreciar claramente los despojos de la trifulca con la “Tribu
del Fuego”.
La naturaleza ya había
empezado a cobrarse su precio, y los despojos que no habían sido
devorados por la hambrienta fauna local, sentía como empezaban a ser
pasto de los majestuosos hongos que poblaban la zona. A simple vista
percibía pequeñas setas que brotaban de los cuerpos inertes, no
tardarían en ser tan altas y mortíferas como sus hermanas, fruto
del banquete allí ofrecido.
De pronto sentí un
punzante dolor en todo mi ser, me desplomé. Las larvas que habitaban
mi ser y que me protegían y me daban fuerzas, de repente se habían
revelado al unísono; como si una extraña fuerza les impulsara a
detenerme a toda costa. Entre espasmos y convulsiones, pude entrever
ante mi, oculto entre dos grandes hongos en el extremo de la
majestuosa caverna, como se abría un portal y a oír en mi cabeza una
voz que me llamaba por mi nombre. De pronto quedó claro cual era mi
destino, mi meta. Pero por algún motivo que desconocía parte de mi
ser se negaba a alcanzar el umbral.
Lentamente y con gran
dolor empecé a gatear y transcurrido lo que me pareció una
eternidad en la que solo pude avanzar unos codos, mis piernas y mis
brazos sucumbiernon ante la repentina oleada de dolor que inundó mi
ser, pero juntando fuerzas continué arrastrándome entre hongos por
el suelo de la caverna. Pro cada paso que me acercaba a la entrada,
sentía como flaqueaba más y más. No estaba convencido de poder
llegar, pero debía hacerlo...
Cuando me encontraba a
medio camino entonces fue cuando me di cuenta: No estaba perdiendo
fuerzas, estaba perdiendo parte de mi ser en el proceso. Al darme la
vuelta, observé horrorizado como un sendero verminoso se extendía
hasta el punto donde había caído abatido. Los otrora aliados mios,
ahora me abandonaban devorando tejido y músculo en su huida.¿Que
sería lo que les impulsaba a cometer semejante acto? ¿Como podía
ser que parte de mi ser se revelara en mi contra?
Ya solo me quedaban dos
opciones: Sucumbir allí mismo, en medio de ese fúngico paraje o
llegar al portal, tras el cual esperaba encontrar alivio y respuestas
a mi sufrimiento.
Sacando fuerzas de
flaqueza, terminé de me arrastrar el despojo en que se había
convertido mi cuerpo, ya desprovisto de toda larva compañera, y al
tocar el umbral con la punta de los dedos, la oscuridad me envolvió
y perdí por completo el conocimiento.
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