viernes, 31 de octubre de 2014

Diario de Hazañas (05-10-2014). Parte II: De borracheras y usurpadores.

Cuatro días en las entrañas de la tierra. Ahora sé como se pudo sentir el viejo capitán Ish-Mael cuando fue tragado por el dragón blanco de mar en lo más inhóspito del océano. La obsesión por cazar a la bestia le llevó a su interior y ésta era la sensación de respirar de nuevo el aire fresco de la superficie, después de abrirse paso a cuchillo desde el interior.

Estar en la boca del lobo es estimulante, especialmente cuando eres capaz de tener varios puntos de vista. Por una parte, el aprendizaje sobre el campo es incalculablemente valioso. Por otro lado, las reacciones que el cuerpo de uno mismo tiene a estímulos como el miedo, la sensación de peligro y el hecho de estar en un sitio que detectas hostil... es fascinante. Fascinante.

En todo caso, hemos vuelto a Nido de Honor. Qué bien respirar aire fresco, después de tanto tiempo bajo tierra... Las tabernas siempre acogen bien a los aventureros recién llegados. Saben que las barrigas vacías les llenan, paradójicamente, sus salones. Aunque también les vacían los calderos. Y a los enanos no muy vivos, les vacían la paciencia y los bolsillos. Pero aún no he llegado a eso.

Cuando me uní a mis compañeros, en la Cola Espinada, Mosh'Urk estaba inmerso en una partida de Escamas y Reyes, aunque teniendo en cuenta cómo jugaba el elfo que sostenía las cartas a su derecha, debería llamarse Escamas y Escamoteados. Se estaba dejando ganar. Me acerqué a Linngan y me senté. Los dos enanos sentados al frente empezaban a sudar la gota gorda. Y no es una expresión, alguna pareja de Wyverns que mostraron tenía la tinta corrida.

Los chicos acababan de visitar el distrito de Tan'Akraen, dejando al pobre prisionero al que rescatamos de los duérgar bajo los cuidados de Kuldan, que se encargaría de que sobreviviese. No lo consideré probable, pero me decanté por confiar en los clérigos de Nido de Honor. Traían alguna noticia más de interés, como la misteriosa desaparición (Aunque se comentaba que había muerto) de uno de los nobles de Tan'Akraen, un tal Rofz'furrk. Ya nos preocuparíamos mañana por estas cosas, hoy se celebraba nuestra vuelta a la civilización. Así que beberíamos hasta perder el sentido o, quien sabe, hasta encontrarlo. Pedí que me repartieran cartas en la siguiente ronda, decidido a darle una lección al elfo, si podía ser con su propia medicina, así que me dejé perder las primeras rondas. 

La primera silla que pasó volando por encima de mi cabeza, no la vi pasar, y cuando me di cuenta, la Cola Espinada era un pequeño campo de batalla lleno de barbas cubiertas de sangre. Recuperé una jarra que iba a ser lanzada de la primera mesa que encontré hacia la salida y, como medida cautelar, me bebí su contenido. Mosh'Urk se había sumado a la batalla campal. Miré a Linngan, buscando algún tipo de explicación a lo que estaba sucediendo. El eladrín se encogió de hombros mirándome con una sonrisa, se dio la vuelta y siguió contemplando el espectáculo, divertido. A veces me siento más identificado con esas hadas de lo que me gustaría. Seguí bebiendo y supuse que aquello sería una tradición en Nido de Honor. El noble arte de la pelea tabernaria.

Después de superar el desafío de Iorgon y convencerlo de que abandonara su cubil, los asuntos terrenales resultan menos importantes. Si fuera más joven y un poco menos sabio hubiera entrado en la reyerta a romper un par de huesos. Supongo que hablar con un ser tan poderoso te hace madurar. Aunque sea un poquito.

Cuando la guardia apareció por la taberna, la algarabía se dispersó, y los cuatro descerebrados que seguían atizándose acabaron siendo reducidos y llevados a sus nuevas "suites" en el cuartel de la guardia. Nosotros dejamos atrás esa parte de la ciudad y nos fuimos a dar una vuelta. La noche era jóven.

La vimos envejecer e incluso morir.

No descansamos ni una hora, y ya estábamos de camino a Nido del Rey para comunicarle a Kas'Far las nuevas noticias. Durante la caminata, algo llamó mi atención, alguna suerte de aparato había salido del distrito de los puentes, y sobrevolaba el acantilado sobre el valle. Me quedé de piedra, una extraña máquina sobre la que había leído mucho, y a la que no había prestado, según parecía, toda la atención que merecía. Alguien volaba sobre un Ornitóptero

Nos cruzamos en la puerta de palacio con Rak'ahula, el orgulloso comandante de la guardia de los Puños de Piedra. Algo sucedía en el ambiente, había algo de inquietud, algo de intranquilidad. Un dracónido ataviado con una capucha de cuero obedeció una rápida orden de Rak'ahula. Tensó su arco y disparó en un rápido movimiento, alcanzó a un cuerpo encaramado a una de las murallas de Nido del Rey. Cruzamos miradas Linngan y yo, atónitos. Mosh'Urk no pareció sorpendido. Otra maldita tradición dracónida.

Las escuetas palabras del comandante antes de dejarnos pasar fueron "Los enemigos están en todas partes, especialmente en nuestra ciudad".

En la sala del trono se encontraba Kas'Far, como de costumbre. Sak-rafi a su derecha. Nos dio la bienvenida con su siseante voz, más de Iguana que de dracónido, si es que las iguanas pudiesen hablar.


-Bienvenidossss... *Sigh* ...de nuevo, hérrroes de Nido de Honorrrr... ¿Qué nuevas trrrrraéis? -La forma de arrastrar las erres de aquél ser me ponía algo nervioso, pero su indudable sabiduría me hacía respetarle de una forma inusual.

-Los Duérgar poseían un paso en las profundidades que unía su reino subterráneo con las catacumbas de Nido de Honor.-dijo Mos'Urk con gran ceremonia.- El puente fue destruido, los Duérgar no os molestarán, su alteza

-Patrullaban la zona cercana a las tumbas de los Baol 
-añadió Linngan- y de paso destruimos un altar en el cual invocaban a Diablos desde su plano, en nombre de un tal Asmodeo. Eso tampoco será un problema.

Miré a Mosh'Urk, que me sorprendió por su humildad, al no presumir en absoluto de nuestro encuentro con Iorgon, ya que fue gracias a él realmente que el dragón decidió abandonar su cubil.

-Mosh'Urk ha cabalgado el viento y la tormenta sobre Iorgon. El dragón está listo para apoyar la causa de Nido de Honor de nuevo, como en la antigüedad.- dije

Kas Far frunció el ceño, en una mueca que no era de aprobación. Más bien molesto, aunque a la vez aliviado.

-La vuelta de Iorgon significa el... *sigh* ...fin de mi reinado.

De pronto lo comprendí bien. Kas Far no quería gobernar sobre Nido de Honor. De alguna manera había acabado siendo su responsabilidad. Aquellos que hablaban de su falta de liderazgo, y de su poca eficacia como comandante militar... así como de su falta de honor... No tenían ni idea. Ese dracónido estaba sacrificándose desde hacía años gobernando una ciudad que no quería gobernar. Manteniendo el flujo comercial activo, atendiendo los problemas mundanos con asuntos que un militar ni siquiera se molestaría en leer. Kas Far era el honor hecho carne, y lo peor es que nadie lo valoraría nunca. Estúpidos ignorantes... Intenté convencerle... y convencerme a mí mismo, de que la llegada de Iorgon se produjo bajo su reinado, pero las redes de la mala fama de Kas Far hacía tiempo que estaban tejidas por los orgullosos nobles dracónidos, y poco se podía hacer para romperlas.

Un ruido ensordecedor precedió a una amalgama de guerreros entrando en las dependencias reales. A su cabeza, un enorme y orgulloso señor dracónido, cuyas escamas refulgían con destellos azules a la luz de las antorchas. Su presencia hizo que las estatuas gigantes de los antiguos reyes perdieran majestad. Kas'Far se levantó de su trono con perplejidad. Otro guerrero de aspecto ilustre miraba hacia nosotros, resuelto. Sus escamas eran grises... Un Lengua de Ceniza. Rak'ahula había sido apresado, y uno de los esbirros de escamas azules del líder amenazaba su vida con una daga apuntando al cuello.

-Ha llegado el momento, Kas'Far el Verde. Entrega el trono y se te perdonará la vida. -dijo el dracónido, con voz cavernosa y potente- serás tratado como un prisionero importante y no se te humillará ni maltratará.

Kas'Far se había quedado de piedra, como si esperase esto y no tuviese intención de pararlo o de defenderse. Mosh'Urk habló.


-¿Quién sois, en nombre de Kord? -preguntó mientras se giraba y echaba mano de su hacha.

-Soy Garond, señor de la casa de los Dedos Bravos. Vengo a recuperar el trono de Nido de Honor, y nadie podrá impedírmelo.

-¿Recuperar? -repliqué.- ¿Recuperar, o usurpar? -La redundancia siempre fue una buena manera de hacer hincapié en algunos conceptos.

-Kas'far es débil. Se avecinan tiempos de guerra y alguien con capacidad para el mando debe hacerse cargo del trono. Los Lenguas de Ceniza, junto con su líder aquí, Rofz'furrk y el resto de nobles del consejo apoyan y refuerzan mi brazo para tomar el mando y hacer la guerra contra Nido Venganza. De otro modo, seremos destruidos por sus tropas.

-Los alta escama siempre dando discursos... -se quejó Mosh'Urk, cuyas manos se abrían y se cerraban, deseosas de sentir el tacto del mango del hacha y la adrenalina de la batalla.

-No sé quien eres, pero será mejor que te apartes... y tus amigos también, si no queréis salir mal parados. -El porte del dracónido era imponente, y su amenaza era seria.- las cosas se van a poner muy feas por aquí.

-Soy Mosh'Urk Baol, alta escama -Al parecer, la amenaza no había hecho mella en la resolución de Mosh'Urk- Señor de la Guerra, héroe de Nido de Honor. Causa de la caída del Dragón Azul. Kas'far está bajo mi protección, y ningún usurpador le dañará mientras yo esté vivo. -Mosh'Urk desenvainó su hacha y plantó los pies firmemente en el suelo. Su estampa era aterradora.

-Mosh'Urk ha cabalgado sobre Iorgon y ha vivido para contarlo -supuse que a alguien tan orgulloso como Garond le impresionaría.

-¿De veras?- preguntó él.

-Cabalgué sobre el dragón atravesando el fuego enemigo y la tormenta. Los relámpagos besaron mi piel -Mosh'Urk se llevó la mano a sus recientes cicatrices.

-Muy bien. Esta pelea será entonces recordada -añadió Garond, desenvainando su espada.

La pelea fue muy rápida. Algunos dracónidos rodearon a Mosh'Urk, que los mantuvo a raya con habilidad, esquivando y parando golpes, encajando algunos otros. Su resistencia no tenía límites. Algún día se estudiarían sus tácticas en las escuelas de Nido de Honor.

Mientras, los dracónidos restantes avanzaron hasta la zona elevada donde se encontraban los tronos, en los que Sak-rafi y Kas'far no daban crédito a sus ojos. El líder de los Lengua de Ceniza, escoltado por dos dracónidos grises más se acercó a mi lentamente. Algo no era normal en aquél ser. Su cara parecía cambiar de color y forma con cada paso que le acercaba a mi.

El caos se apoderó de aquella sala. Allá donde mirase había gente combatiendo, los braseros habían caído derramando las piedras candentes por el suelo, Lingan efectuaba su danza de la muerte, más espíritu que cuerpo, dejando tras de sí un reguero de sangre de usurpador. Su espada centelleaba como un rayo y los que osaban hacerle frente caían presos de la magia de hielo, que los convertía en témpanos vivientes incapaces de moverse, ni siquiera para intentar taparse sus sangrantes heridas.


Cuando el terrible golpe de Moshurk resonó en las paredes de la sala del trono, Garond había caído inconsciente a sus pies, los dracónidos habían parado de pelear y volvimos nuestras cabezas al trono. La cabeza de Kas-Far yacía al borde del escalón que separaba los niveles de la sala, meciéndose lentamente aún por efecto del impulso en un charco de sangre que goteaba al nivel inferior. Sak-rafi se hallaba sentada en el trono, con los ojos mirando al infinito y un puñal clavado en el pecho. No parecían haberse defendido del Lengua de Cen... No. Aquél no era el lengua de ceniza, que había pasado junto a mi como una exhalación minutos antes. Su cabeza, de un color oscuro y sus grandes ojos negros sin pupila, ni iris nos miraron desde lo alto del trono de Kas Far, donde el cuerpo aún caliente del monarca aún expulsaba borbotones de sangre, cada vez en menos cantidad a medida que su corazón dejaba de latir. 

Habíamos fracasado.

El Doppleganger dio dos pasos al frente mirándonos fijamente e hizo una mueca. Algunos podrían decir que aquello era una sonrisa. Aquél ser había tomado la forma de un conspirador, entonces cobró sentido lo que nos habían dicho por la mañana, acerca de la desaparición del tal Rofz'furrk. Rebusqué en mi memoria acerca de las historias y documentos que había leído acerca de los doppleganger y recordé un artículo que leí en cierta biblioteca que hablaba de las habilidades de los Doppleganger. Sus servicios eran realmente caros. Contratados para trabajos de asesinato de alto nivel. Tomaban la forma e incluso las costumbres de gente cercana a sus víctimas, tratando así de incriminar a un tercero y, de paso, viviendo una vida que, de hecho, no tenían. Aquellos seres solitarios vivían el vacío emocional de un ser sin identidad, que solo era "alguien" cuando tomaban una forma que no era realmente la suya. Qué triste modo de vivir.

La criatura se dio cuenta entonces de que había cometido un error. La única salida estaba obstaculizada por mi brazo mecánico, la afilada espada de Lingan y la mortal hacha de Mosh'Urk. Le observabamos en silencio mientras los secuaces de Garond soltaban las armas, rindiéndose ante la amenaza de ser despedazados por Mosh'Urk. Intentó correr, pero será algo que no describiré pues no quiero herir la sensibilidad de nadie. Digamos que no consiguió alcanzar la puerta.

Rak'ahula, que había sobrevivido al combate protegiendo a su rey hasta el final, se encontraba junto al cadáver de Sak-rafi, con los ojos anegados de lágrimas, intentando parecer digno. Lo consiguió. Nos miró y negó con la cabeza, y entonces nos miramos entre nosotros. Había que llevar a Sak-rafi al templo con Kuldan, quizá allí encontrásemos una solución.

Recorrimos las calles de Nido de Honor tan rápido como nunca habían visto, con Sak-rafi oculta en mi carromato, a salvo de las miradas de los curiosos. Al llegar al templo, Kuldan nos miró con preocupación. No hizo falta decirle nada. Se llevó a Sak-rafi al interior de aquella sala iluminada por el sol del mediodía, que emitía una luz cegadora, cuasi sobrenatural. "Esto llevará un tiempo" murmuró antes de cerrar las puertas. Teníamos cosas que hacer.

Los hombres de Rak-ahula habían apresado a Garond el Usurpador, y lo tenían encerrado en una de las mazmorras de Nido del Rey. Las húmedas paredes parecían brillar a la luz de las antorchas. Los reflejos anaranjados cubrían los muros con un aspecto fantasmagórico. El moho cubría las ancestrales baldosas de aquél baluarte Arkosiano que había sobrevivido al paso de los años, siendo prácticamente lo único que quedaba en pie del antiguo imperio de los Dracónidos. Garond estaba allí, en medio de toda esa estampa, con el azul de sus escamas refulgiendo y sus ojos amarillos mirándonos con desafío.

No nos dijo mucho. Pero le sonsacamos todo. La posición de Kas-Far era genuinamente débil. Los dracónidos de Nido de Honor no pensaban que fuera capaz de dirigir al ejército contra las tropas de Nido Venganza. Los nobles de la ciudad reunieron a una camarilla y conspiraron. Los llamados Alta Escama planearon un golpe de estado. Estúpidos. Por suerte, estábamos allí. Si Nido de Honor quería un líder fuerte, tendría un líder fuerte. Mosh'Urk.

Aún teníamos trabajo que hacer. Había una conspiración que destapar, y había que conseguir el apoyo de los nobles de Nido de Honor a la causa de Mosh'Urk. el mejor comandante que la metrópolis podía tener para hacer frente a las tropas de Nido Venganza.

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